Por Ivanna Shilton
Los límites ayudan a los chicos a saber qué está bien y qué está mal, a actuar en sociedad, sabiendo qué se espera de ellos. Deben marcarse con frases cortas y órdenes precisas, ser claros y entendibles y, sobre todo, se deben sostener y no desistir por cansancio.
Una puesta de límites coherente brinda:
*SEGURIDAD: el niño crece sabiendo qué se espera de él, qué es correcto y qué incorrecto en relación a su conducta.
*PROTECCION: aprende desde muy pequeño que si un adulto se toma el trabajo de explicarle, hacer que se cumpla y castigarlo si es necesario, es porque lo está cuidando.
*AUTOCONTROL: sabe que nuestras conductas tienen consecuencias.
Muchos padres que repudian el estilo autoritario se confunden sobre la libertad. Los límites van de la mano con la libertad, lo importante es cómo y cuándo aplicarlos. Hay situaciones en las que los padres pueden otorgar al niño la posibilidad de elegir: una remera entre varias propuestas, la taza en que desayunará… De esta manera, el niño se siente involucrado en la toma de decisiones y se reduce la resistencia. Sin embargo, existen algunas decisiones en las que los niños no pueden intervenir (porque entrañan un peligro para sí mismos o para terceros). Ese límite infranqueable debe ser impuesto con un tono de voz seguro, sin gritos y con un gesto serio en el rostro.
La permisividad como estilo educativo puede entenderse como falta de responsabilidad de parte de los padres y conlleva consecuencias negativas para los niños: desamparo, desprotección, inseguridad, baja autoestima y falta de autocontrol.
Ningún extremo es sano. Poner límites es una muestra de cariño si se hace con respeto y de manera coherente. Someter a los niños a órdenes constantes y sin sentido, los abruma y entorpece el desarrollo de su autonomía.
Muchas veces, ante el cansancio físico o emocional los padres tienden a establecer límites de forma agresiva, con una actitud que amenaza y asusta al niño. Los gritos dañan a los chicos, los humillan y funcionan como un mal ejemplo para ellos. ¿Cómo pedirle a un niño que se tranquilice si nosotros perdemos el control?
A la hora de poner límites…
*Nunca desaprobar al niño, sí su conducta o reacción indeseada.
*Utilizar refuerzos positivos: reconocer los logros de los niños para que tiendan a repetirlos.
*Evitar utilizar la palabra NO. Es más efectivo decirle al niño lo que debe hacer y no lo que no. Por ejemplo, en lugar de decir “No grites” es preferible señalar “Bajá el tono”.
*Recordar que se puede establecer los límites de forma afectuosa y tranquila, con calma y paciencia… ¡Mucha paciencia!
*Ivanna es Lic. En Psicología y docente de Nivel Inicial | vanishilton8@gmail.com