Coronavirus: cuando el aislamiento cambia nuestra posición pero también nuestra disposición

Por Flavia Rodriguez

Pasan los días y nos preguntamos con ansiedad: ¿hasta cuándo el confinamiento? ¿Pensaron en cuántas veces deseamos poder quedarnos en casa por más tiempo, o que dure un poco más el fin de semana, o las vacaciones? El aislamiento sólo era una escena de ciencia ficción. En el momento menos pensado hicimos cambios de hábitos de una forma inimaginable. ¿Quién  hubiera pensado que un día, no íbamos a poder saludarnos con un beso o un abrazo? O que en una sociedad tecnocientífica íbamos a convertirnos en una sociedad en riesgo, a partir de la cual nos hacemos cada vez más vulnerables.

Nos encontramos con nuestro entorno, los lazos que hemos construido, las cosas que tenemos y las que verdaderamente importan y cobran relevancia.

Todos en la misma, en un aislamiento que tarde o temprano nos pesa y nos cae encima, de diferentes maneras.

También nos da el lugar para pensar y tomar conciencia, del paso del tiempo, de su plenitud, así como su lentitud, porque por momentos el tiempo se detiene, se pone en pausa, y no sabemos qué hacer.

Esta situación que vivimos, pone en evidencia lo que nos une y nos separa a unos con otros, y que no hay salidas individuales, sobre(vivimos) juntos, y yo voy a poner el acento aquí, en los que nos une.

Hay quienes acortarán distancias con las redes sociales, y se las arreglarán para pasar las horas lo mejor posible, y quienes no saben qué hacer sin el vértigo de la rutina, que hasta hace un mes atrás les “ordenaba” los días.

A pesar de todo creo que se trata de una cuestión de actitud, podríamos decir desde un lugar muy optimista.

La escritora estadounidense Susan Sontag decía: “No es la posición sino la disposición”. Estar disponibles es la acción de disponer o disponerse de una manera determinada.

Quizás es un buen momento para pensar que esta situación complicada que atravesamos, también puede ser una buena oportunidad para disponernos para el encuentro con los otros de una manera distinta, más abierta. Para escuchar a nuestros afectos, nuestro entorno, a nuestros deseos o simplemente disfrutar de lo que nos rodea, y así descubrir que otras cosas nos “suenan” en estos silencios en los que nos encontramos circunstancialmente.

Qué tan disponibles estábamos antes y ahora para nuestros afectos, qué cosas nuevas podemos indagar, en esa búsqueda interna y restrospectiva.

Sontag también decía: “Amo las limitaciones porque son la causa de mi inspiración”. Quizás podamos plantearnos esta limitación que es el encierro para descubrir qué cosas nos inspiran, qué cosas nuevas podemos hacer, qué tenemos pendiente, y qué nos motiva.

Encontrar nuevas maneras de disponernos y así sosegar un poco la ansiedad porque de cualquier manera, esto también pasará.

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